Sismo sentimental de todo un pueblo. Búsqueda masiva por cielo, mar y tierra. Se confirma la tragedia. Como una conmoción telúrica que respetó la obra del hombre, pero que estremeció al pueblo en sus fibras más íntimas, la noticia de la desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos en la noche-madrugada del jueves 29 al viernes 30 de octubre de 1959, soliviantó a los cubanos.
Las emisoras radiales y los periódicos daban la información que todos escuchaban o leían con ansiedad inusitada. El país prácticamente se paralizó.
Nadie concebía que pudiera ocurrirle una tragedia a alguien tan querido y tan heroico como el Comandante de la eterna sonrisa, cuyas emocionadas palabras, pronunciadas el 26 de octubre en la terraza norte del entonces Palacio Presidencial resonaban aún en los oídos y en la conciencia de sus compatriotas.
LA TRAICION: CAUSA INDIRECTA
Es sabido que la traición de Hubert Matos, quien era jefe militar de la provincia de Camagüey, tuvo en Camilo un factor determinante en la frustración del intento de sedición contrarrevolucionaria.
Desde la madrugada del 21 de octubre en que llega por primera vez a la tierra de los tinajones para enfrentar la conjura y, hasta el 28, fecha de su desaparición, el hombre de las mil anécdotas hizo frecuentes viajes por vía aérea a la capital camagüeyana con el objetivo de normalizar la situación.
Generalmente utiliza un avión ejecutivo marca Cessna, que tripula el piloto Luciano Fariñas. El 28, cuando sale del aeropuerto de Ciudad Libertad a las 11:59 a.m. rumbo a Camagüey, lo acompañan además el Capitán Senén Casas y el soldado Félix Rodríguez en función de escolta.
Camilo y Rodríguez descienden en la urbe agramontina, mientras Fariñas continúa viaje a Santiago de Cuba para llevar a Casas Regueiro. A las 4:40 p.m. ya está de regreso el pequeño aparato identificado con las siglas FAR 53. El despegue rumbo a la capital se produce a las seis y un minuto. El viaje a su base desde este punto requiere dos horas de vuelo como promedio y lleva gasolina para tres.
En la terminal aérea militar de Libertad, el Capitán Manuel Espinosa (Cabeza), ayudante personal de Camilo, comienza a impacientarse, pues su jefe le dijo que lo esperara de 7:00 a 7:30 p.m., sabe que ha salido y tiene tiempo suficiente para haber llegado. Llama a Osmany Cienfuegos y le comunica sus dudas, pero éste le aconseja esperar hasta el día siguiente «y si Camilo no regresa temprano, lo localizamos en Mayajigua o Yaguajay».
Mas, el 29 de octubre, y pese a los ingentes esfuerzos por ubicarlo, no apareció en ninguno de los lugares en que se suponía podía encontrarse. Enterado de la desaparición de su subordinado y compañero, Fidel, junto con Raúl, Almeida, el Che y otros dirigentes, se dan cita en la Jefatura de la Fuerza Aérea Revolucionaria (FAR) y comienzan de inmediato los preparativos de la búsqueda.
El viernes 30 de octubre se desató la vorágine. Decenas de aviones de diferentes tipos, militares y civiles se hicieron al aire con las primeras luces desde los aeropuertos capitalinos. Pasadas las 7:00 a.m. despegó el bimotor Sierra Maestra llevando a bordo al Jefe de la Revolución, Celia Sánchez, Osmany Cienfuegos, William Gálvez… rumbo a Camagüey.
Simultáneamente con la pesquisa aérea, numerosas unidades de la Marina de Guerra, así como yates de recreo y embarcaciones pesqueras recorrían los archipiélagos de Jardines del Rey al norte y de Jardines de la Reina al sur de Cuba, al tiempo que miles de ciudadanos peinaban el terreno en toda la región central del país, sin resultado alguno.
El ritmo de la vida del pueblo descendió a ojos vista. Fenecieron la actividad comercial y los espectáculos públicos y cundió la pregunta: ¿Se sabe algo de Camilo? ¿Hay noticias de Camilo?
La ansiedad de la gente y el ánimo sensacionalista se conjugaron para propalar todo tipo de versiones contradictorias acerca de indicios esperanzadores que luego resultaron ser falsos. El sábado 31 de octubre casi a mediodía estalló la locura: ¡Apareció Camilo! ¡Encontraron a Camilo! Era el grito unánime. Por espacio de dos horas el pueblo festejó en las calles en arrebato colectivo de alegría y alivio. Militares disparaban al aire y las emisoras transmitían rápidos reportes y música.
La euforia duró el tiempo necesario para que llegaran al supuesto lugar del hallazgo el guardacostas y el helicóptero enviados a comprobar la veracidad de la buena nueva. Luego se extendió el más profundo desaliento.
A inicio de noviembre, se presentó el Comandante en Jefe en un programa televisivo para informar sobre los esfuerzos realizados en la infructuosa búsqueda del Héroe, y las posible causas de la tragedia.
La hipótesis aceptada por la mayoría era la de que, ante la severa turbonada encontrada aquel día aciago en el trayecto, el piloto Fariñas decidió desviarse hacia el norte, y el pequeño avión desorientado y alejado en extremo de su ruta cayó al mar por falta de combustible.
Como escribió un cronista de la Sección en Cuba de la revista Bohemia: «Para derribar al invicto guerrero de la libertad fue necesario que se conjugaran las fuerzas ciegas de la naturaleza.»
Pastor Guzmán
Periódico http://www.escambray.co.cu
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