Raúl González Peña, profesor de la universidad pedagógica Félix Varela, es de esos hombres que superan la invidencia. Asombró por su constancia, que le valió defender una de las mejores tesis doctorales del país del año 2009.
Alcanzar nuestros sueños y anhelos no puede estar ajeno a la perseverancia y la dedicación. La vida nos pone constantemente a prueba, vencer nuestros miedos y obstáculos nos hacen gigantes.
Para un deportista, su máxima aspiración puede ser obtener un título olímpico. Para un médico, salvar una vida. El músico anhela ser tan genial como Beethoven, quien demostró que discapacidad no es sinónimo de incapacidad.
Entrevista realizada por Adriana Araña García, Danniery Rodríguez Jiménez y Yariel Valdés González (estudiantes de Periodismo)
—Alcanzar el grado científico de Doctor, ¿cuánto compromiso entraña?
—Representa una gran responsabilidad conmigo y con los niños ciegos. Para mí es el inicio del viaje, un punto de partida para lograr nuevas metas. La tesis es mi pequeño aporte a las personas invidentes, y a partir de ahora considero que el trabajo con ellos será más provechoso.
—¿Qué relevancia tiene para usted realizar una de las mejores tesis doctorales de Cuba?
—Yo no trabajo para premios, pero indudablemente constituye una satisfacción personal. La comisión de grado seleccionó mi proyecto, lo evaluaron y me consideraron merecedor de tal galardón. Mi única intención es poner la informática a disposición de los niños invidentes.
—¿Por qué se decide por la enseñanza especial?
—Me gradué de Física y Astronomía en el Pedagógico. Aunque actualmente no la ejerzo, me gusta mucho y siempre me acompaña. Comienzo a vincularme a la enseñanza especial, pues resultaba complicado continuar con la Física debido a los efectos que causó en mí la retinosis pigmentaria (enfermedad hereditaria-degenerativa de la vista). Los primeros años de estudio fueron difíciles porque tuve que adaptarme a una nueva vida. Aprendí métodos que me ayudaron a adecuarme a mi condición de invidente. En la actualidad imparto clases a los futuros profesores de la enseñanza especial.
—Enseñar la computación y dominar las nuevas tecnologías resulta complejo. ¿Cómo logra integrarse y acercar a sus alumnos a este fascinante mundo?
—Antiguamente la computación era por comandos. Ahora, con el avance de la técnica, dicha ciencia se complejiza con la aparición de íconos y entornos virtuales, para los cuales se hace imprescindible la visión. Existen varios programas, muy avanzados, que describen lo que aparece en pantalla y así los ciegos pueden aprender y no sentirse excluidos de los beneficios que brinda la Informática.
—¿Qué resulta más difícil: ser invidente de nacimiento o perder la visión paulatinamente?
—Creo que no hay diferencia alguna. Perder la visión no fue para mí tan impactante porque ya estaba preparado psicológicamente para ese momento. La mayoría de las personas piensan que tener algún recuerdo visual del mundo resulta mejor que nunca haber visto nada. Pero con el tiempo, esos recuerdos desaparecen; los rostros, los colores se olvidan y quedas en absoluta oscuridad.
—Entonces, ¿cuáles son sus motivaciones en la vida?
—Claudia, mi hija, es lo mejor que me ha pasado. Velar por su educación y su bienestar constituye una de mis prioridades. Además, disfruto mucho de la lectura, escuchar buena música y estar en familia. Otra de mis pasiones lo constituye la radioafición. Ella me permite conversar sobre temas muy interesantes, así como hacer amistades con personas de toda Cuba. Como ves, la vida pasa muy aprisa y no tengo todas las horas que quisiera.
Fuente: periódico Vanguardia