La socióloga y profesora villaclareña Annia Martínez Massip, ganadora del concurso internacional Innovando para la salud de todos, comparte con ustedes las experiencias de un Proyecto de Innovación Agropecuaria Local, desarrollado con enfoque de género en comunidades rurales de Villa Clara:
Motivar al campesino hacia la invención agrícola mediante el mejoramiento y la diversificación de no pocas variedades de cultivo, resulta el propósito de un Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL) que se aplica hoy en varias comunidades rurales del país.
Coordinado por el Instituto Nacional de Ciencias Agropecuarias (INCA) con el financiamiento de la Corporación Suiza para el Desarrollo (COSUDE), y rectorado en Villa Clara por el Instituto de Ciencias Agropecuarias, de la Universidad Central de Las Villas (UCLV), este programa de trabajo ha constatado la necesidad de estudiar los núcleos poblacionales del campo con un enfoque de género, si se tiene en cuenta que no solo preocupa incentivar la producción agropecuaria, sino involucrar en tales funciones a todos los miembros de la familia.
«Que la mujer construya sus propias herramientas, tenga su huerto, siembre sus plantas ornamentales, atienda su vivero y haga artesanía, es también interés del proyecto», explica la socióloga villaclareña Annia Martínez Massip, quien desde hace varios años ha incluido en su agenda académica el estudio de los contextos rurales.
Por Yoelvis Lázaro, periódico Vanguardia
Una propuesta para contribuir a la equidad de género y convertir a los actores del medio rural en protagonistas de su autogestión social, hizo merecedora a esta joven investigadora del Gran Premio en el concurso internacional de Ensayo 2009 Innovando para la salud de todos.
La también profesora de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCLV, decidió compartir con los lectores de Vanguardia algunas reflexiones sobre el espacio rural cubano, así como experiencias investigativas obtenidas del intercambio con los pobladores de los asentamientos montañosos de Pretiles y Jibacoa, en pleno Escambray villaclareño, lugares donde han desarrollado las principales prácticas de convivencia.
—¿Cómo son las relaciones de género en los contextos estudiados?
—Muy conservadoras. Allí la mayoría de las mujeres aceptan el ejercicio de papeles preasignados por la sociedad patriarcal, algo con lo que van identificándose durante el transcurso de su niñez y adolescencia.
«En los espacios de socialización de estos lugares la presencia femenina pasa inadvertida. Hay solteras, viudas o casadas que tienen un rol protagónico dentro de la familia, pero son pocas.
«Cuando a las mujeres de estos contextos se les pide que digan cómo quieren que sea su comunidad, generalmente la representan con una marcada desigualdad de género, reforzando siempre la potestad masculina sobre ellas, lo que da la medida de su poca participación social y de las concepciones que las dominan.»
—¿Y las amas de casa?
—Son muy subestimadas, aunque reponen parte de las energías de toda la familia con su labor sin recibir remuneración a cambio. Para ellas, la libertad de apreciar cualquier fenómeno se reduce solo al hogar y a sus vecinos.
—¿Qué lugar ocupan los niños y jóvenes en ese entramado?
—Desde edades tempranas los varones se familiarizan fácilmente con las semillas de las plantas, los implementos agrícolas y el ciclo de siembra y cosecha de algunos cultivos. En tanto, las niñas suelen educarse con insistencia en las tareas domésticas, dominadas por el énfasis que ponen sus madres en esas labores.
«Sin embargo, hemos percibido que a muchos jóvenes de estos lugares no les interesa formar parte del colectivo de su comunidad, pues reducen únicamente su papel a la familia y pierden poco a poco todo tipo de arraigo por la tierra.
«Hay dos factores muy influyentes en esto. Por un lado, la naturaleza de rupturas propias de la edad, y por el otro, la prioridad que otorgan algunos padres al estudio de sus hijos, a quienes consienten hasta el extremo de desentenderlos de todo lo demás.
«Si a los jóvenes se les facilitan opciones para la recreación, se les enseña la utilidad de labrar la tierra o a hacer obras artesanales mediante una labor constante de capacitación, las motivaciones de ese grupo etáreo pudieran ser otras allí.
«La mayoría de los muchachos que salen de estos contextos a cursar estudios no vuelven. Prefieren correr otra suerte en la ciudad, pues consideran que en el campo las vías para acceder a su realización profesional resultan escasas.»
—¿Algo en particular que inquiete a las mujeres allí?
—El alcoholismo. Se trata de una costumbre arraigada en la población masculina y la que se ven obligados a reproducir los jóvenes de estas comunidades cuando arriban a determinada edad, ya que tales conductas constituyen un elemento que legitima lo varonil.
«Tanto en Pretiles como en Jibacoa, la ingestión de bebidas alcohólicas, sumada al bajo nivel de escolaridad y al dominio de prejuicios eminentemente machistas, genera con frecuencia conductas de violencia hacia las mujeres y los niños.
«Si uno les pregunta a los hombres por la causa de estos hábitos, en la mayoría de los casos alegan que obedecen a que no tienen nada más que hacer. Sin embargo, ellos sí pueden realizar otras acciones encaminadas a la recreación, como encuentros deportivos o talleres de creación artesanal, formas apenas conocidas por ellos.»
CAMPO ADENTRO
Como un tema a veces visto con cierta discriminación considera esta investigadora el medio rural. «Si bien hoy la política del país está encaminada a potenciar estrategias que estimulen el trabajo agrícola, elemento característico de lo rural, todavía son contados los grupos que a nivel nacional se dedican de forma especializada al examen de la vida en el campo.
«Dentro de las propias comunidades estudiadas en el proyecto, aún persisten preocupaciones que requieren ser examinadas a fondo. Las causas del carácter patriarcal en las relaciones de familia, la exclusión de las amas de casa en los procesos de intervención comunitaria y el comportamiento de los jóvenes y su participación social, son algunos de los temas urgidos hoy de análisis en estos lugares.»
—¿Qué criterios determinan lo rural?
—Básicamente el predominio de la agricultura y la ganadería, aunque tienen también mucho que ver las variables demográficas, pues esto último implica que núcleos poblacio-nales con un determinado número de habitantes lleguen a considerarse semiurbanos o urbanos, aun cuando la infraestructura, los servicios y las oportunidades de empleo con que cuentan correspondan a una perspectiva de vida campestre.
«De ahí que lo rural requiera ser entendido como una categoría sociológica, y lo agrario, por su parte, como una dimensión económico-productiva, muy asociada a esta.
«No porque un espacio sea rural las posibilidades de empleo tienen que asociarse únicamente a la tierra. En estos contextos también pueden cobrar auge la artesanía, el turismo, la pesca y la prestación de algunos servicios, en dependencia de las características topográficas del territorio.»
—En esencia, ¿qué elementos conforman nuestra ruralidad nacional?
—Eso es difícil de fijar. En Cuba no existe una única ruralidad. Desde que uno sale de Pinar del Río hasta el extremo más oriental de la Isla, se hacen evidentes estilos de vida muy diversos en estos espacios.
«Según he constatado en el intercambio con diversos núcleos rurales de esta provincia y de otras regiones del país, las diferencias están dadas más bien por los renglones productivos, el relieve que distingue a cada zona y los hábitos alimentarios.
«El llano tiene contrastes con respecto a otras geografías más abruptas. De igual manera, las zonas marino-pesqueras logran distinguirse por sus hábitos higiénicos, alimen-tarios, de salud, la forma de sus construcciones y hasta por sus tradiciones culturales.»
—¿Influye la proximidad o lejanía de contextos urbanísticos en la vida de un asentamiento rural?
—Mucho. Si una comunidad de este tipo está ubicada cerca de espacios citadinos, sus miembros poseen más opciones de empleo y tienen mejores condiciones para elevar su grado de escolaridad, lo que repercute en la apropiación de aptitudes, preferencias y costumbres que mueven a la sociedad urbana.