La premiere del documental Cuentero con oficio de la joven periodista Susadny González Rodríguez tuvo lugar el martes 19 de octubre, como parte de las actividades programadas por la UNEAC para festejar el Día de la Cultura Cubana.
La sala Villena acogió a periodistas, artistas y amigos interesados en compartir la ópera prima de la bisoña creadora, dedicada al periodista cubano Ciro Bianchi, entre los pocos que en la actualidad se dedican a (re)convertir los sucesos históricos en noticias desde las páginas y minutos de los medios masivos de comunicación.
El audiovisual, que sirvió a Susadny como tesis de licenciatura apenas cuatro meses atrás, contó con la producción del Centro de Desarrollo del Documental “Octavio Cortázar”, y puede ser el preludio de una prometedora carrera.
Por Dainerys Machado Vento
UNEAC
“Debo decir que escogí el periodismo porque me gusta estar del lado de quienes preguntan”, aclaró la joven periodista de Bohemia antes de comenzar con toda naturalidad a responder interrogantes sobre su trabajo.
¿Cómo surge la idea de realizar un documental sobre la obra de Ciro Bianchi?
En primer año de la carrera le realicé una entrevista muy extensa que luego se publicó en La Gaceta de Cuba en ocasión de sus cuatro décadas dedicadas al periodismo. Pero nunca he superado el miedo de que las palabras parezcan insuficientes a la hora de describir tanta genialidad. Aproveché el pretexto de la tesis de licenciatura y opté porque el propio Ciro se presentara, pero en pantalla, para comprobar que siempre termina por hechizarnos con ese coloquialismo fluido, su carisma sin rasgos de acartonamiento y esa gracia envidiable de la sabiduría que nos siembra ante él para descubrir otra historia, que es también su historia. Solo él puede hacerse justicia a sí mismo.
¿Por qué elegir a un periodista cubano como centro del material, cuando la mayoría de las veces la profesión no complace a quienes la hacen ni a quienes la receptan?
La verdadera inspiración del documental Cuentero con oficio se extrapola al nivel más indescriptible dentro del concepto de admiración profesional. Por otra parte, me pareció la oportunidad ideal para eludir “el merecido homenaje”, el “tributo póstumo”, y toda esa artera de eufemismos a que estamos acostumbrados, pues desgraciadamente en nuestro país se suele magnificar a los personajes post mortem.
No dudo que algunos periodistas cubanos merezcan sus “minutos de gloria”. Pero estoy convencida que este era el momento de hablar de Ciro Bianchi, porque el valor de su obra periodística justifica hasta cualquier homenaje. No en balde puede decirse que es hoy uno de los profesionales de la prensa más leídos y preferidos. Y eso lo da también el amor que profesa a este terrible y privilegiado oficio, como suele llamarle él mismo al periodismo.
¿Cuáles presupuestos estéticos y teóricos guiaron la realización del documental?
El material responde a la única pretensión de lograr un producto matizado en su contenido por la espontaneidad de la narración de quien lo cuenta, y a ello se subordina toda su forma y estructura. Me propuse, hasta donde permite la mediación de una cámara, captar al personaje lo más humano y real posible, con el fin de trasladar al espectador las obsesiones, manías, supersticiones y el mundo que rodea a Ciro Bianchi, inherente además a la concepción de su obra. O sea, mostrar algunas de las aristas poco tratadas, si se tiene en cuenta que es un personaje bastante mediatizado.
Para lograr ese objetivo fue fundamental la labor de todo el equipo de realización que me acompañó en esta aventura, empezando por el fotógrafo Raúl Rodríguez. El primer día de filmación fueron más de ocho horas grabando cámara en mano, todo en plano secuencia. Y terminando en el editor Juan Carlos Llapur, que además de soportarme, casi se vuelve un mago para armar la historia que yo quería. Muchas de las respuestas que conforman este testimonio, en parte se las debo al trabajo de Jorge Ferdecaz, quien logró una excelente comunicación con Ciro.
¿Cómo llegaste a la obra de Bianchi?
Su nombre lo escuché por primera vez en una clase sobre la entrevista. Bastó una breve revisión a aquel diálogo con Harold Gratmages para lanzarme a la búsqueda de la obra escrita de ese “intruso con oficio” que se asumía en uno de sus libros como La oreja de Dios. Y creo que ciertamente lo es.
Todavía desconozco si habrá notado mi desconsuelo durante la presentación que selló el inicio de nuestra amistad. Me parecía increíble que ese hombrecito hubiera desafiado al poeta nacional Nicolás Guillén, y emplazado al pintor Oswaldo Guayasamín en su propia casa o incluso le hiciera una encerrona a García Márquez. Todo con tal de lograr su entrevista. El propio Lezama lo decía: “Ciro Bianchi Ross es capaz de entrevistar a un árbol para preguntarle sobre el escondite de Adonais”.
¿Cambió el documental tu perspectiva sobre su trabajo?
No, porque ese no era el objetivo, al contrario, me reafirmó todo lo que había investigado sobre él. Ciro es de esas personas que por más que los escuchas o lo conozcas no deja de sorprenderte su capacidad dramatúrgica para contar una anécdota, aunque sea salida de su imaginación.
Dicen que todo creador aspira a cambiar algo con su obra ¿qué aspiras con tu primer material audiovisual?
Primero aspiro a no aburrir al espectador. Deseo que sea este un camino para quienes no lo han hecho se lancen a la búsqueda de la obra de Ciro Bianchi, por experiencia se los digo, yo lo hice una vez y quedé adicta para siempre.