Desde el 11 de marzo, una parte de los restos mortales de Alberto Granado reposan en el Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara, de Santa Clara, un símbolo de amistad entre dos personas extraordinarias que se extiende más allá de la muerte.
Por voluntad expresa del mejor amigo del Comandante Guevara de la Serna —quien en vida solicitó que una parte suya estuviera en el mismo lugar donde reposa su compañero de viaje por Sudamérica—, en la tarde del pasado viernes su viuda, Delia Duque, sus hijos Alberto, Delia Adelina y Roxana y sus nietos asistieron a una ceremonia familiar privada en la que depositaron en el Museo de la Plaza de la Revolución una botija con parte de las cenizas del destacado científico y revolucionario argentino-venezolano-cubano.
Así, el doctor Alberto Granado Romero, nacido en la ciudad de Córdova, Argentina, el 8 de agosto de 1922 y fallecido en La Habana el pasado 5 de marzo a los 88 años, continúa al lado de su entrañable amigo, camino a la inmortalidad.
Tuvo Granado el mérito de ver, primero y más hondo que nadie, el carácter y la integridad que había en el adolescente asmático de 14 años y unir su vida con la de Ernesto, que todavía no era el Che, y a su lado recorrer toda la porción sur del continente en viaje que marcaría la existencia de ambos.
Por Narciso Fernández Ramírez
FotoS: Carolina Vilches Monzón
Con su amigo, hijo de don Ernesto y de doña Celia, menor que él seis años y entonces estudiante de Medicina, hizo Alberto su viaje por Sudamérica, y por el ya Comandante Ernesto Che Guevara prefirió dejar las comodidades de Venezuela, otra de sus patrias, para venir a Cuba en 1961 junto a su familia y dedicarse acá por entero a la construcción del socialismo.
Hombre de agradable conversación y una vasta cultura, durante años, Granado resultó la persona que mejor supo trasmitirnos a un Che de carne y hueso, de carácter duro, pero de enorme sensibilidad; a un Che posible de imitar, aunque fuera difícil conseguirlo.
Fue un revolucionario íntegro, que lo apostó todo por Cuba y cuyo deseo postrero fue dejar una parte suya aquí en Santa Clara, mientras que las otras serían llevadas a Venezuela y a su Argentina natal.
La presencia de las cenizas de Granado en nuestra provincia viene a fortalecer el Destacamento de Refuerzo, y más allá del simbolismo que entraña su cercanía a su amigo el Che, representa para los villaclareños un mayor compromiso. Un reto para nuevas metas y victorias.
Mial, como cariñosamente le llamaba el Che, o simplemente el Petiso Granado, está entre nosotros para siempre. Otra vez los dos amigos vuelven a hacer realidad las palabras dichas entre ellos el 26 de julio de 1952 cuando se separaron en Caracas, Venezuela: «Te espero, Fúser», dijo Alberto; «Nos juntaremos, Mial», respondió Ernesto.
Y otra vez, y para la eternidad, gana visos de actualidad lo escrito por el Che a su amigo Alberto cuando partía hacia el Congo en 1965: «Mi casa rodante tendrá dos patas otra vez y mis sueños no tendrán fronteras, hasta que las balas digan al menos. Te espero, gitano sedentario, cuando el olor a pólvora amaine.»
Alberto Granado reposa en Santa Clara. Sepamos ser consecuentes con su ejemplo.