Pienso ahora en cuanto ajetreo y movilización habría aquel 31 de marzo de 1959, cuando a solo tres meses del triunfo revolucionario, se creó la Imprenta Nacional de Cuba. Días de mucho quehacer para una nación que se proponía iluminarle el camino a casi un millón de analfabetos y a muchas personas con muy bajo nivel educacional.
Fue «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha«, esa obra cumbre de la Literatura Universal, de Miguel de Cervantes y Saavedra, el primer título que se publicó por la Imprenta Nacional de Cuba, a propuesta del Comandante en Jefe Fidel Castro. De esa manera, el Quijote llegó a todos los confines de la isla, gracias a una tirada de 400 mil ejemplares que fue vendida a la población al precio de 25 centavos.
A partir de ese primer título editado por la Imprenta Nacional se publicaron otros de César Vallejo, Rubén Darío, Pablo Neruda y Nicolás Guillén, además de producirse las cartillas «Alfabeticemos» y «Venceremos», que fueron empleadas en 1961 durante la Campaña Nacional de Alfabetización, con la que aproximadamente 800 mil cubanos aprendieron a leer y a escribir.
Años más tarde, con la fundación del Instituto Cubano del Libro en 1967, y la creación de un Sistema de Editoriales, a cargo de la publicación de disímiles textos, el libro se fue haciendo cada vez más asequible, de manera que son pocas las casas cubanas que no cuentan al menos con una pequeña biblioteca.
Desde hace dos décadas febrero es esperado en todo el país para celebrar la fiesta del libro, días después las ferias se extienden a los municipios y a las zonas montañosas. Así el libro se ha convertido en una compañía cotidiana para la gran mayoría de los cubanos, inseparable amigo del cual siempre estaremos agradecidos porque como dijera el maestro «Leer es crecer».
Por Alicia Elizundia