Por Luis Machado Ordetx.— Entre la tercera y sexta décadas del siglo XIX, tres viajeros foráneos dirigieron su mirada hacia el centro geográfico cubano. Venían a ofrecer cultura y quedaron prendados del auge económico de aquellas poblaciones desgajadas de la Octava Villa, fundada por el adelantado Diego Velázquez.
El inglés James Gay Sawkins (1806-1878) fue el primero en llegar a Santa Clara, en 1838. Desde hacía tres años residía en la Isla en calidad de pintor y profesor de dibujo. El miércoles 15 de julio de 1925, en el periódico Federación, Jesús López Silvero destacó que el esplendor de la antigua Parroquial Mayor —en áreas que después ocuparía el Parque Vidal— se veía reflejado en una copia de la acuarela del afamado visitante.
La pieza fue titulada Villaclara desde San Lázaro, aclara un ejemplar de ese rotativo, obsequio del actor Miguel Tenorio Milord. La acuarela está considerada como el más antiguo documento gráfico de la ciudad, aunque desconozco dónde podría estar depositada.
Sawkins recorrió luego a Sagua la Grande, San Juan de los Remedios, Santiago de Cuba, Sancti Spíritus y Puerto Príncipe, y por supuesto, los alrededores de La Habana. En 1847, el pintor abandonó Cuba, expulsado por el capitán general Leopoldo O´Donnell, quien lo consideró un abolicionista.
López Silvero describe la romántica pieza que recrea a Santa Clara: «un hacinamiento pobre, arisco y rudo de tejados sin cúpulas ni torres orgullosas, desafiadoras insolentes de la altura; es el pueblo colonial, sórdido, ayuno de grandezas». En 1925, el periodista comparó esa acuarela con la primera fotografía tomada desde un aeroplano por el artista local Carlos del Regato. Ya entonces existía un entorno arquitectónico inigualable en relación con otras urbes del país.
Gottschalk fue el segundo de los viajeros. Vino a Santa Clara en calidad de concertista, y en el programa incluyó dos composiciones: Le Bananier y La Bamboula. Ese norteamericano nació en Nueva Orleans en 1829, y murió en Río de Janeiro en 1869. Dice Manuel Dionisio González que apareció en la ciudad en octubre de 1855:
«(…) Nuestra población, a favor de ese elemento que hace desaparecer las distancias, ha entrado a participar de algunos goces, de que por su posición interior estaba privada, pues no a otra circunstancia debemos que hayan venido, no ha mucho, la compañía de ópera de Corradi Setti, los distinguidos artistas Gottschalk y Adelina Petti, y los concertistas Vandergutch y la Sasso Rene y otras compañías lírico-dramáticas que han trabajado en la capital».
El pianista debutó en escenarios de la Sociedad Filarmónica surgida en 1841. Louis Moreau Gottschalk no solo viajó a Santa Clara, sino también a Remedios, en busca de la tradición española y la fusión con lo negro. Actuó en El Liceo y en un teatro, con techo de guano, ubicado al fondo de la Iglesia del Buen Viaje, indica José A. Martínez-Fortún y Foyo.
En Sagua la Grande, destaca Antonio Miguel Alcover y Beltrán, «(…) El gran artista llegó a esta Villa de paso para La Habana procedente de Remedios. Ejecutó algunas piezas en casa de D. Tomás Ribalta y es notorio que en la calle, frente a la casa, se agrupó gentío inmenso ávido de saborear la extraordinaria habilidad del genio musical, gloria del mundo, que a la sazón era huésped…» Los últimos días de 1864 los pasó el norteamericano en una finca en Caimito de Guayabal, donde se repuso de una grave dolencia que después le causó la muerte.
El abolicionista gallego Ramón Dionisio de la Sagra y Peris (1798-1871) fue el último de los notables viajeros. En su condición de sociólogo, economista y botánico, observó a Santa Clara y Sagua la Grande, según Alcover y Beltrán, quien en más de una ocasión lo cita.
Su obra Historia física, política y natural de la isla de Cuba, 1838-1861, descuella como la más completa indagación sobre la naturaleza y la sociedad cubana del siglo xix. González, en su Memoria de la villa de Santa Clara y su jurisdicción (1858), incorpora un apunte hecho por aquel en abril de 1860: es Semana Santa en Villaclara: «(…) el Domingo de Ramos pude observar la numerosa concurrencia al templo (…) Con las señoras se hallaban mezcladas las mujeres de color, que en aquel día ostentaban también sus crinolinas, sus galas y atavíos…»
Por esa fecha, Santa Clara tenía más de 44 mil 366 habitantes, la novena jurisdicción con mayor población del país. Un 35 % eran negros dedicados a labores agrícolas en 81 ingenios. Algunos críticos achacan a De la Sagra cierta benevolencia en la información, sobre todo, porque 65 años después, la ciudad asentó su espíritu racista en la remodelación arquitectónica de su principal paseo urbano.