La directora del Ballet Nacional de Cuba y prima ballerina assoluta, Alicia Alonso, calificó su retorno a la capital rusa, donde será homenajeada mañana, como «volver al corazón de una flor».
En diálogo con la prensa, en unión de ocho figuras noveles de la compañía que dirige y los bailarines del Bolshoi Svetlana Zajárova y Andrei Uravov, resaltó la influencia de la escuela rusa en el mundo entero y, en particular, en el ballet cubano.
«Espero que en un futuro venga el Ballet Nacional de Cuba completo y el Bolshói completo vaya a Cuba. Es mi sueño», dijo a la prensa.
Terciando en la conversación, el exbailarín y director actual del Bolshoi, Vasili Vasiliev, reciprocó con una frase mezcla de admiración y gentileza: Tengo la impresión de que ahora somos nosotros los que tenemos que aprender de la escuela cubana.
Alonso viajó por primera vez a Moscú en 1958 cuando debutó en la catedral moscovita de la danza. Entonces se presentó también, en la otrora Unión Soviética, como artista invitada del Teatro Kírov de Leningrado, hoy San Petersburgo, y el Teatro de la Opera de Riga.
Sus ulteriores actuaciones en esta capital se sucedieron en los años 60,70 y 80 del siglo pasado, en unión de la agrupación que encabeza.
Mañana el Bolshoi hará una reverencia, un tributo por sus 90 años, cumplidos en diciembre de 2010, y en reconocimiento a una trayectoria que ha dejado huella imperecedera en la historia de la danza.
La gala en la Sala pequeña del teatro, sometida a una exhaustiva restauración, incluye la actuación especial de las estrellas rusas Zajarova y Uvarov, quienes interpretarán pasajes de Carmen.
Los bailarines cubanos Sadaise Arencibia, Anette Delgado, Yanela Piñera, Viengsay Valdés, Dani Hernández, Alejandro Virelles, Osiel Gounod y Arián Molina ofrecerán un programa-concierto con varios pas de deux clásicos y el Grand pas de Quatre, versión de Alonso sobre la original de Jules Perrot.
El cierre introducirá una nota distinta, la Fiesta criolla coreografiada por Alonso, a partir del segundo movimiento de la Sinfonía Noche de los trópicos, del compositor estadounidense del siglo XIX L. M. Gottsckalk. Una ráfaga del Caribe deslizando su aroma a nueve mil 550 kilómetros de distancia.