Karines Rodríguez Díaz.— Hoy los restos de José Martí (como homenaje a su obra revolucionaria, a su intelecto y a la figura desbordante de la historia de Cuba que fue) descansan en el Mausoleo con su mismo nombre en el Cementerio Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, Cuba. Pero el lugar destinado para su eterno descanso no fue hasta 1951, constituyéndose así su quinto entierro.
El 19 de mayo de 1895 Martí cabalgó, sin saberlo, hacia un grupo de españoles ocultos en la maleza y fue alcanzado por tres disparos que le provocaron heridas mortales cayendo en Dos Ríos.
Sin formalidad alguna fue enterrado al siguiente día (20 de mayo) en el cementerio local de Remanganaguas, en una fosa común de cara hacia la tierra y sobre él un español.
Para trasladar su cadáver a Santiago de Cuba se dispuso la realización de la autopsia (casi setenta y dos horas después). El medico militar Pablo Aurelio Valencia y Forns, debería realizar su exhumación, identificación y preparación.
En improvisado ataúd de madera, el cadáver fue transportado en parihuelas desde Remanganaguas hacia Palma Soriano, custodiado por mas de 600 soldados españoles.
Transportado por la vía férrea llegó después a Santiago de Cuba al cementerio de Santa Ifigenia en secreto. Su cuerpo se situó el 27 de mayo de 1895 en el nicho número 134 en la galera sur del campo santo santiaguero.
Por las condiciones sanitarias del cementerio se decidió en 1905 demoler las galerías de nichos. Levantándose un templete cuyo proyecto estuvo a cargo de José Boffill, inaugurado el 7 de Diciembre del referido año, en el que se enterró por tercera vez a Martí.
En 1946 se convocó un concurso nacional donde fueron presentados 18 proyectos, en el cual resultó electo el del escultor Mario Santí y el arquitecto Jaime Benavent, encargados de construir el posterior Mausoleo a José Martí.
En septiembre de 1947 tuvo lugar el cuarto entierro, al trasladar los restos al Retablo de los Héroes, debido a la construcción del referido Mausoleo. Allí permanecieron hasta el 29 de junio de 1951, cuando fueron llevados a la sede del gobierno municipal, para iniciar los honores del quinto enterramiento.
El 30 de junio el cortejo fúnebre partió en un armón de artillería y recorrió céntricas calles de Santiago de Cuba hasta el mausoleo en Santa Ifigenia. Numerosas personalidades cívicas, políticas y militares de todo el país (entre ellas el presidente de Cuba en aquel entonces: Carlos Prío Socarrás), se dieron cita ante el llamado de la patria de rendir tributo al más grande de todos los cubanos.
El tributo que le fuera negado a José Martí en mil 895, hoy se multiplica porque generaciones de cubanos recordamos y seguimos el legado de una de las figuras cumbres del pensamiento progresista del continente americano. José Martí ocupa un lugar cimero, no sólo por ser considerado el cubano más grande que jamás viviera, sino por su oratoria insuperable y su pluma excepcional.
Fuente: CMKC Radio