
Jóvenes atletas cubanos del equipo de esgrima perecieron en el atentado al avión de Cubana, en Barbados.
Por Osvaldo Rojas Garay.- El floretista Leonardo Mackenzie Grant tal vez hubiera llegado primero que Tulio Díaz al podio mundial; Virgen María Felizola García, la más joven del grupo, quizá fuera hoy una destacada entrenadora; Ricardo Jesús Cabrera Fuentes sería arquitecto; Nancy Uranga Romagoza, de seguro, fuera bióloga y se sentiría feliz de que la criatura que llevaba en el vientre ya estaría próxima a cumplir 35 años, y José Ramón Arencibia Arredondo, con su alma de poeta, posiblemente habría sacado a la luz sus versos ocultos:
¡Adelante, no hay muro que resista!
¡Adelante! ¡En lo alto los fusiles!
¡Adelante la patria socialista!
Ninguno pudo materializar su sueño. Ellos y el resto de los competidores cubanos en el IV Campeonato Centroamericano y del Caribe de Esgrima dejaron de existir en la flor de su juventud. No por la muerte como accidente natural e irremediable de la vida.
Fue de una estocada por la espalda, o más bien, un golpe bajo de la maldad humana de los terroristas que el miércoles 6 de octubre de 1976 perpetraron el criminal acto de terrorismo contra la aeronave CUT-1201 de Cubana de Aviación, que causó la muerte a las 73 personas inocentes a bordo, entre ellas los 24 miembros de la delegación atlética (16 deportistas y 8 funcionarios, técnicos y entrenadores), que regresaba a la patria tras ganar las ocho medallas de oro puestas en disputa en el certamen organizado en Caracas, Venezuela. Sigue leyendo →
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