EXorcizados, al parecer, los hombros de la memoria calzan todavía la diáspora de las familias que, del vecindario de San Juan de los Remedios, Asiento del Viejo Cayo, dejaron atrás con la vista. Vereda adentro y a orillas del río de la Sabana, celebraron una misa: nacía hace 320 años, el 15 de julio de 1689, la Villa de la Gloriosa Santa Clara, un pueblo brotado por las sensibles «rencillas y alteraciones» de padres fundadores.
Así lo describe Manuel Dionisio González en Memoria de la Villa de Santa Clara y su Jurisdicción,1 estudio monográfico que resulta insuperable para el conocimiento del devenir y la gestación de un pueblo; pero lamentablemente por tanto manoseo inescrupuloso, puede que un día desaparezca del entorno sin que deje huellas.
El historiador es categórico en su razonado juicio: «[…] propuso el cura Cristóbal Bejarano la traslación de la villa mas al interior […], á cuyo proyecto se opuso el presbítero José González de la Cruz, siempre que no se hiciera á su hato del Cupey, llamado después Santa María de Guadalupe, á pocas leguas de la población. […] El pueblo se dividió entonces en tres fracciones ó partidos; uno a favor del cura, otro que seguía al padre González, y otro que opuesto á la traslación, sostenía que la villa debía subsistir en su primitivo asiento.»2
El párroco González de la Cruz vociferó que San Juan de los Remedios iba a hundirse; y los pobladores solicitaron a Diego Antonio Viana de Hinojosa, capitán general de la Isla, la fundación de otro asiento, reclamo del 29 de enero de 1684; no obstante, la oposición retardó el mandato del Rey. Entre dimes y diretes, Cupey, según sesión del cabildo remediano del 5 de marzo de 1688, no era el lugar más conveniente.
Por Luis Machado Ordetx y Juan Manuel Fernández Triana (especialista de la Oficina de Monumentos. Fotos: Cortesía del Centro de Patrimonio Cultural