Ya está en marcha una nueva operación mediática de la contrarrevolución, otra vez desde Santa Clara. El fallecimiento de Wilfredo Soto García el sábado en esta ciudad, ha sido lanzado al mundo —vía Fariñas, Elizardo, Yoanis y Marta Beatriz, citados por AFP, El País, ABC, El Nuevo Herald y otros miembros del staff imperial—, como consecuencia de una supuesta golpiza recibida de la policía cubana.
Sin comprobar siquiera la veracidad y cerciorarse de la objetividad de la noticia, prestigiosos medios, tan exigentes siempre con otras fuentes, se unieron rápidamente a la alharaca originada por voceros de la llamada disidencia interna. Ni siquiera se tomaron el trabajo de interrogar a los médicos que atendieron el caso en el Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Arnaldo Milián Castro, confiados en que solo sus palabras, como en tantas ocasiones, bastarían para echar a rodar la bola.
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Familiares de Wilfredo Soto García indignados por la manipulación política alrededor del suceso.
Por supuesto, también tuvieron acceso a una oportuna entrevista realizada por la periodista Norelys Morales Aguilera en su blog Islamía, unas horas después del deceso, pero apenas recibió la atención de esos medios. En ella, el médico que atendió a Soto García certificaba que “murió a causa de una pancreatitis e insuficiencia renal”, tal como reportó la agencia de noticias ANSA. En tanto, otro despacho de la norteamericana AP, reconocía que “la versión del arresto violento no pudo ser confirmada de manera independiente”.
El médico precisó —según la periodista villaclareña— que un equipo de especialistas de varias disciplinas atendió a Soto García, quien “llegó al hospital descompensado por una pancreatitis aguda que desencadenó en todo un proceso complejo que el paciente no superó”.
Ayer también fue divulgada una nota oficial con las aclaraciones pertinentes sobre el deceso de Wilfredo Soto García, que abundaba sobre el padecimiento crónico del fallecido: “dolor abdominal intenso, provocado por una pancreatitis aguda. Posteriormente se diagnostica, además, una descompensación de otras enfermedades de base como la miocardiopatía dilatada, una hiperlipidemia (exceso de grasa en sangre), una diabetes y hepatitis crónica producto de hígado graso.
Las pruebas patológicas practicadas al occiso, arrojaron una muerte de tipo natural, estableciéndose como causa preliminar: “shock multifactorial por fallo multiorgánico, debido a una pancreatitis”. No se observaron signos de violencia internos o externos.”
A los avezados “periodistas independientes” y sus repetidores, tampoco se les ocurrió hurgar en el expediente del fallecido: “le constan varios antecedentes delictivos, como alteración del orden, hurtos y lesiones graves, por lo que cumplió sanción de privación de libertad durante dos años.”
Pero Wilfredo Soto García era un ciudadano que podía ser útil hasta después de muerto: “En los últimos tiempos se vinculó a elementos contrarrevolucionarios, que lo usaron para sus actividades provocadoras. La última de ellas tuvo lugar el 5 de mayo en un parque de Santa Clara, por alteración del orden, ocasión en que fue conducido a una unidad policial y liberado tres horas después sin incidencia alguna”.
Por supuesto, ahora vendrán —más bien, ya están ahí— algunos preocupados gobiernos europeos, organizaciones de derechos humanos y prestigiosas figuras internacionales —no tan atentas hacia lo que sucede en sus propios países y en otras áreas geográficas—, a sumarse a la conspiración y echar leña al fuego de la oposición interna en Cuba. Nada nuevo, como muchos han podido comprobar ya, en este mendaz modus operandi de la contrarrevolución internacional para fabricar héroes y mártires.
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