En las montañas Catskill, el lugar de veraneo más apreciado por el Nueva York de aquella época, escribió Martí en 1891, el poema número IX de los Versos Sencillos, que inmortaliza la imagen adorada de María García Granados, conocida más tarde como «La niña de Guatemala» y que ha dado pie a uno de los mayores mitos amorosos hispanoamericanos.
Es muy conocido el poema que alude a la muchacha, en cuartetas de estas estrofas martianas: «Ella dio al desmemoriado/ una almohadilla de olor:/ él volvió, volvió casado:/ Ella se murió de amor»; y «Se entró de tarde en el río,/ la sacó muerta el doctor:/ Dicen que murió de frío: /Yo sé que murió de amor».
En su andar por América, Martí llegó a Guatemala con 24 años, a finales de marzo de 1877. Fue profesor de Literatura y de Ejercicios de Composición en la Escuela Normal para Varones y se despliega como maestro, gratuitamente, en la Academia de Niñas de Centroamérica. Allí, precisamente, y entre sus discípulas, tendrá a una bellísima joven, de sólo 16 años, María García Granados.
Por Belkis Carpio Fernández Sigue leyendo