EL TRANSPORTE, LOS IMPUESTOS Y LA ECONOMÍA CUBANA

Los carretones tirados por caballo se han convertido en un importante medio de transporte en Santa Clara. Foto: Carolina Vilches.Un buen día expulsamos los precios topados de nuestra vida. «Váyanse de aquí», les dijimos. Y los pobrecitos, que nos habían acompañado por muchos años, dieron la media vuelta y desaparecieron.

La primera fiesta la organizaron los cocheros y, como en broma, duplicaron el cobro de sus servicios. A la celebración se sumaron también los camioneros. Con guiños y muecas comenzaron a exprimir a los clientes. Pronto la algarabía fue universal, ensordecedora.

El resto de los cubanos sentimos en la piel que la fiesta se convertía en luto. Lo peor era que usted salía a la calle y un «camionero pobrecito» te decía: «Imagínate, lo hago porque a mí me aumentaron los impuestos. Yo tengo una familia que mantener.»

La muela bizca te seguía adondequiera. El Estado pagaba los platos rotos: «El Estado es malo porque ahora los cuentapropistas se desquitan con la población.» No hay nada más errado que pensar así. Muchos todavía no saben que los impuestos son una manera de equilibrar los salarios en el país.

Por Yandrey Lay Fabregat
Foto: Carolina Vilches

Antes, ninguno de los cuentapropistas pagaba la seguridad social. Las atenciones que recibía de la salud y la educación salían del bolsillo de los que tenemos empleo estatal. Sin embargo, ahora no admiten ganar menos. Si percibía 100 pesos en un rato, pues el hombre quiere seguir montado sobre ese caballo.

¿Qué dice Carlos Marx?

Carlos Marx explicó en El capital, hace más de un siglo, que existen el trabajo simple y el complejo. El primero abarca labores que puede realizar una persona común y corriente sin necesidad de una educación especial.

El segundo, mientras tanto, sí requiere la posesión de habilidades o entrenamiento prolongado. Por eso, una pequeña cantidad de trabajo complejo equivale a mucho del simple: cualquier persona puede manejar un taxi, pero no todos logran diseñar un puente.

Debido a las peculiaridades de la economía cubana, la mayoría de las labores complejas están en el sector estatal y una parte de los simples ha pasado al no estatal. Así surgieron las diferencias que deben borrar los impuestos, pues unos dependen del salario determinado de manera central y otros, como los cuentapropistas, pueden ponerles precio a sus servicios.

A causa de este fenómeno, profesionales valiosos cambiaron a trabajos de menor calificación para buscar mejores ingresos. Así la sociedad pierde los recursos invertidos para formar a ese ingeniero o médico.

Durante los últimos tiempos se ha extendido la opinión de que los impuestos están muy altos. No obstante, el sistema tributario hace que el cuentapropista abone, aproximadamente, el 35 % de los ingresos al Estado, emplee 35 % en gastos y retenga el 30 % como utilidad.

Para elaborar dicha proporción se estudiaron experiencias en República Dominicana, Brasil, España, China, Vietnam e, incluso, en los Estados Unidos. En algunos países la ganancia no sobrepasa el 10 %, y causó asombro su monto en Cuba.

La dirección del país escuchó las demandas y revisará el comportamiento del sistema tributario. Puede ser que en algún caso puntual los impuestos estén un poco por encima de lo aconsejable.

Hace poco el famoso actor Wesley Snipes, protagonista de Blade, fue sancionado a tres años de prisión por el delito de evasión fiscal. En el mundo entero la gente hace sus cuentas al fin de mes, algo que jamás ha sucedido aquí. Todos pagan sus impuestos y ven como justa la condena. ¿Por qué habría de ser diferente en Cuba?

El sector no estatal cuenta con todo el apoyo para ejercer su labor; pero también debe llevar la carga que le toca. Los cubanos debemos incrementar la conciencia económica y aceptar los impuestos como algo necesario.

Sin embargo, a veces no pasa así. En Villa Clara hay mil 500 transportistas y solo unos 400 se han inscripto en el nuevo sistema tributario. Entonces, ¿por qué subieron el costo del pasaje?

Demanda y ¿oferta?

Durante mucho tiempo he sido un defensor del mecanismo de oferta y demanda para regular los precios en determinados casos. El valor de las mercancías y los servicios, dicta la economía política, depende de ciertas condiciones históricas y es independiente de la conciencia humana.

Si usted pone un tope y este no se corresponde con el precio real del servicio, solo formará un mercado clandestino: el camión espera a dos cuadras de la Terminal, mientras un «buquenque» busca «los puntos».

De poco sirve un cuerpo de inspectores para controlar los precios. Ya se hizo y no logró nada. Los pasajeros se niegan a decir cuánto abonaron. Otras veces sobornan al inspector para que no fastidie el negocito. Al final, el Estado no cobra el impuesto sobre el servicio, tiene que pagar el salario del inspector y soportar que exploten a otros cubanos.

No obstante, para que el mecanismo de oferta y demanda resulte, debe existir una oferta estatal asequible. Esta regularía los precios. Los trabajadores se podrían planificar y, aunque pierdan dos o tres horas, optar por un transporte más económico.

Ahora mismo el país no cuenta con los recursos suficientes para mantener cubiertas las rutas de guaguas. Pero las que tenemos se hacen más escasas al faltar organización y control en las bases.
Algunos se empecinan en paralizar vehícu­los para hacer frente a los recortes de combustible, como aquel de hace unos años atrás, que redujo el transporte fúnebre, pero no el asignado a él como directivo.

Otras veces no son los jefes, sino los propios choferes los que usan el carro para resolver sus problemas particulares. O bien la guagua pasa el año de reparación en reparación y luego, al llegar el verano, la alquilan para viajar a la playa. Este negocio da tanto dinero que no siempre llega a las arcas estatales.

Las rutas necesarias

Nadie se llame a engaño. Para llevar a buen término el redimen­sio­namiento de la economía cubana, es necesario un buen sistema de transporte público. ¿Có­mo exigir al obrero que llegue temprano, si no tiene cómo cubrir las distancias en tiempo y con seguridad? ¿Qué hacer si el precio del pasaje es mayor que el salario?

Alguno podrá sugerir que la gente busque empleo en su entorno local. Pero entonces echaríamos abajo el concepto de trabajador idóneo, porque pondríamos en el puesto no al más capaz, sino al que vive más cerca.

En Villa Clara se buscan soluciones a estos problemas. Hemos visto una mejoría después que las guaguas de los organismos comenzaron a recoger pasaje en las rutas más críticas. También circulan, sobre todo en José Martí y Soler, unos pequeños camiones que montó la reparadora de coches de Caibarién para el pueblo de Santa Clara.

Y yo pregunto, ¿haremos lo mismo con las rutas que van a los municipios? Cada vez son menos los viajes hacia la capital provincial y mayor la depauperación del parque de vehículos. El transporte irregular podría ser una de las soluciones si dejara de ser irregular.

A pesar de esto la más alta dirección de la provincia se ha preocupado al máximo por solucionar el problema de los puntos de recogida. Se dijo que es preferible llegar tarde a una reunión que negarle ayuda a otro cubano. No obstante, aún quedan filones por explotar como algunos vehículos del sistema empresarial de las Fuerzas Armadas que viajan vacíos y no paran ante los amarillos.

A lo mejor, usted que me está leyendo maneja un carretón de caballo o es chofer de camión. Seguro que cuando era chiquito, sus padres le enseñaron que uno no debe hacer fortuna a costa de la desgracia ajena. Si quiere percibir mayores ganancias, pues debe hacer más viajes, y no desvalijar al pobre hombre que se dirige a su centro de trabajo.

En segundo lugar, puede ser que no esté de acuerdo con el sistema tributario. Pero al menos piense que los impuestos son para arreglar las calles por las cuales circula su camión o para pintar la escuela de su hijo.

Todos los cubanos viajamos en el mismo barco y cada uno debe hacerse el propósito de remar parejo con los demás. Propiciar el individualismo en nuestra sociedad, tan humana y hermosa, sería como clavar un puñal en el corazón de nuestro socialismo. Y si no está convencido, le propongo un ejercicio mental.

Imagine que tiene un familiar muy enfermo, la madre o el hijo pequeño. Lo lleva al hospital. Al llegar a la consulta sale un médico y usted le pide que examine al paciente. El doctor dice: «Primero tiene que pagarme 25 pesos». Supongamos que usted no lleva dinero encima. Entonces, ¿qué pasaría?

Publicado en la edición impresa del periódico Vanguardia

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