UN CONGRESO AZUCARERO EN GENERAL CARRILLO

Manifestación popular de bienvenida a los delegados a la Conferencia Azucarera, en General Carrillo, diciembre de 1958.
Nací en un pueblo pequeño, casi sin historia —General Carrillo, municipio de Remedios—, pero sede de un acontecimiento que lo hace aparecer en los periódicos y convoca a conmemoraciones: la celebración allí, un 20 de diciembre de 1958, de una Conferencia Nacional Azucarera. La sede fue el Club Social del poblado —más tarde convertido por la Revolución en un Círculo con acceso libre para todos—, en territorio ya liberado por las tropas del comandante Camilo Cienfuegos.

Muchas veces escribí sobre este acontecimiento en mi vida periodística —por ser oriundo de allí me lo encomendaban siempre—, pero no conservo ninguna de aquellas entrevistas redactadas en alguna de las máquinas de escribir del periódico Vanguardia. Afortunadamente, ya han sido sustituidas por computadoras, y acceder a los archivos antiguos es tarea fácil y cotidiana para todos. Un detalle de la foto superior, acude siempre a mi mente: justamente al centro, aparece mi abuelo materno, Manolo Sosa, quien se mantuvo hasta su muerte hace unos años, siempre al lado de la Revolución.

A cincuenta años de aquel acontecimiento —y a falta de aquellos originales—, reproduzco un fragmento del libro de William Gálvez, Camilo, Señor de la Vanguardia, donde uno de los organizadores y protagonistas de aquel encuentro, Ursinio Rojas, dirigente del Partido Socialista Popular, rememora aquellos días de los preparativos, con grandes peligros todavía, pues otras zonas de la provincia y del país, desde donde llegaron los delegados, todavía estaban bajo control gubernamental.

«Después de la organización del Frente Obrero Nacional Unido, tarea orientada por el compañero Fidel, una de las primeras decisiones que se tomó fue la de celebrar un Congreso Nacional de Trabajadores Azucareros que, originalmente, habíamos acordado efectuar en el Escambray. Se discutió con el Che la conveniencia de realizar el Congreso en su territorio. Él estuvo de acuerdo y acogió la idea con mucho entusiasmo.

«Entonces convocamos el Congreso para los días finales de noviembre. En realidad era un poco tarde. Sin embargo, en aquel tiempo las zafras comenzaban después del quince de enero en la mayoría de los ingenios —y algunos, incluso, en febrero—, de manera que había tiempo para preparar lo que nos proponíamos: organizar una huelga general en todos o en la mayoría de los centrales del país.

«[…] Ya en los días próximos a la fecha en que debíamos reunirnos, junto a otros compañeros del 26 de Julio, partimos hacia Las Villas. Al llegar, recibimos un mensaje del Che: El Congreso no se podía celebrar en el Escambray y él nos orientaba que lo celebráramos en el territorio norte de Las Villas, liberado por Camilo. El Congreso no podía celebrarse en el Escambray porque el Che tenía planteado en esos días atacar Fomento, que era precisamente uno de los puntos de contacto para los delegados que venían de otras provincias. El otro punto de contacto era Placetas.

«[…] Camilo acogió la idea con gran entusiasmo, incluso nos informó de todo el trabajo que el Ejército Rebelde venía realizando entre los trabajadores de los centrales azucareros y las colonias cañeras de aquella región. Inmediatamente, dispuso que los compañeros de la Comisión Obrera que tenían organizada allí, se pusieran de acuerdo con nosotros para los preparativos del evento.

«Se reunieron setecientos u ochocientos compañeros. Habíamos decidido celebrar el Congreso Azucarero porque considerábamos que, en esta industria, los abusos y los atropellos de la tiranía y de los patronos eran mayores desde la época de la división del movimiento obrero, especialmente después de la muerte de Jesús Menéndez.

«[…] Las comunicaciones de toda aquella zona estaban controladas. Las carreteras, los caminos, estaban bajo el control del Ejército Rebelde. De esta manera, los compañeros procedentes de los demás ingenios, iban a comprobar cuál era la vida de los trabajadores azucareros, y, especialmente, de los trabajadores agrícolas —los más explotados tradicionalmente— en el territorio liberado por el Ejército Rebelde.

«En el Congreso se planteaba, en primer lugar, la organización de la huelga general revolucionaria en todos los centrales azucareros del país, el apoyo resuelto a la lucha armada de todos los compañeros de los centrales representados; es decir, la ayuda al Ejército Rebelde, en todos los sentidos: armas, medicinas, ropa, comida, zapatos, dinero, o sea, algo que ya había planteado el frente Obrero Nacional Unido, desde su fundación.

«Además, se recogían las demandas más sentidas de los trabajadores azucareros. Es decir, la restitución de los salarios que se les habían rebajado en los años anteriores, con la complicidad del mujalismo; la reposición de miles de trabajadores azucareros que, en esos años, habían sido desplazados de numerosos ingenios; el restablecimiento del diferencial azucarero que, también, se le había escamoteado a los trabajadores; el pago de las diferencias salariales dejadas de pagar, es decir, una serie de demandas y conquistas que los trabajadores azucareros habían logrado y que les fueron arrebatadas durante esos años.

«Esos fueron los acuerdos esenciales del Congreso —además de la huelga general revolucionaria y el apoyo a la lucha armada que sostenía el Ejército Rebelde—, aprobados por unanimidad.

«También conseguimos publicar, posteriormente, diez mil ejemplares de las resoluciones del Congreso en la misma provincia de Las Villlas, algo así como un llamamiento a todos los trabajadores azucareros del país, mediante el cual se les informaba sobre acerca de la celebración del Congreso, se denunciaban los crímenes y los atropellos que estaba cometiendo la tiranía con la colaboración de los mujalistas. […] En realidad, estábamos convencidos de que ese movimiento se iba a desarrollar e iba a culminar victoriosamente.

«El veintiuno de diciembre, día de las conclusiones del Congreso, coincidió con el segundo combate de Zulueta, donde las tropas de Camilo, ya en horas de la tarde, rindieron el cuartel.»

(Tomado del libro Camilo: Señor de la Vanguardia, de Wiliam Gálvez)

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